¿Has notado que el enfado es una de las emociones que más pronto aparece en los niños y que tiene conductas problemáticas asociadas? ¡No eres el/la único/a! Muchas familias nos buscan para pedir ayuda con sus hijos y eliminar esas conductas que molestan en casa. Pero antes de todo, debemos cambiar nuestra forma de pensar sobre el enfado infantil. Como psicólogos, sabemos que el enfado es una emoción normal y necesaria, y que ayudar a los niños a aprender a gestionarla de manera saludable puede tener un impacto positivo en sus relaciones en el hogar y en la escuela. ¡Acompáñanos en este viaje para aprender a manejar el enfado de manera efectiva!

El enfado, una emoción básica.

El enfado, el enojo y la rabia son términos que utilizamos para describir una emoción básica que aparece tempranamente en los/as niños/as y que nos ayuda a entender cómo se sienten. El enfado surge cuando un/a niño/a siente que no obtiene lo que desea, que algo es injusto, etc. A medida que el/la niño/a crece, esta emoción también se vuelve más compleja y puede manifestarse de maneras más difíciles de gestionar, tanto para el/la niño/a como para la familia.

Como mencionábamos anteriormente, muchas familias tienen una concepción negativa del enfado y quieren evitar que sus hijos/as se enfaden. Pero eso es imposible y puede ser muy negativo para ellos/as. Todas las emociones son igual de válidas y no existen «emociones positivas y negativas». Puede que algunas nos gusten más o menos sentirlas, pero eso no significa que debamos evitar sentir las que no nos gustan. Todas las emociones nos dan información y son importantes y necesarias. El problema en muchos casos es cómo los/as niños/as expresan el enfado. Cuando gritan, patalean, golpean, muerden o pegan, es cuando los padres castigan esas conductas sin detenerse a considerar qué está pasando con sus hijos/as en ese momento y cómo podemos usar esa situación para ayudarles a aprender a gestionar el enfado de manera saludable. En lugar de castigar o reprimir el enfado, debemos enseñar a los/as niños/as a expresarlo de maneras más adecuadas y a manejarlo de manera efectiva.

¿Qué podemos hacer cuando los niños/as se enfadan?

Lo primero y más difícil es mantener la calma. Si un niño/a tiene conductas muy desregularizadas de enfado y nosotros lo gestionamos desde nuestro propio enfado lo único que estamos enseñando y reforzando es que aparezca más esa conducta. Si gritamos o nos comportamos de forma agresiva lo único que conseguiremos es que ese niño/a se enfurezca más y su enfado crezca cada vez más. Hay que eliminar la idea de que el niño/a nos quiere manipular con ese enfado, en la mayoría de las ocasiones el niño/a está siendo incapaz de gestionar lo que siente y su frustración lo está desbordando y no está pensando en nada más que en cómo eliminar esa emoción.

Lo segundo más importante es que en ese momento no se puede regañar, ni intentar que el niño/a comprenda lo que le queremos decir, solo si el enfado es leve podemos intentar explicar la situación. Si la emoción es muy elevada tenemos que acompañar al niño/a y darle nombre a lo que siente, en este caso enfado. Darle alguna estrategia como golpear un cojín o ir a dar una vuelta si necesita moverse o algo que le calme como escuchar música. Por supuesto si el/la niño/a está enfadado/a porque ha ocurrido algo que no le gusta, por ejemplo, una consecuencia a una conducta de él/ella no cederemos. Si el niño/a entiende que con su conducta consigue ciertas cosas estaremos reforzando su conducta por lo que hay más probabilidades de que vuelva a hacerlo otra vez.

En tercer lugar, cuando el/la niño/a se haya calmado debemos reforzar con elegios lo bien que se ha calmado y cómo de genial lo está haciendo. Es en ese momento cuando hablaremos con él/ella sobre lo que ha pasado y reforzaremos la conducta de calma a la hora de explicarnos las cosas y lo bien que lo está haciendo al esforzarse en guardar la calma. Si es posible, y el/la niño/a tiene más de 7 años, podemos intentar llegar a acuerdos sobre lo que ha ocurrido e intentar llegar a un punto en común con el problema o situación.

Cuando las conductas de enfado van aumentando en cantidad y en intensidad es importante que el adulto que esté al cuidado del/de la menor comience a observar los eventos que desencadenan esas situaciones y aprenda a anticiparse a ellas. Por ejemplo, hay niños/as que no toleran nada que les digan que tienen que irse a dormir o que tienen que dejar de usar la videoconsola. Es bueno saber qué cosas le molestan más y cuáles menos, una vez sabido esto podemos hacer un entrenamiento y empezar a poner ciertas normas o ciertos avisos ante situaciones que le molesten menos, esto puede ayudar a que comience a tolerar situaciones que le agraden menos. Por ejemplo, si sabemos que cuando damos la orden de no poder levantarse de la mesa hasta que nosotros se lo digamos crea un conflicto podemos añadir una nueva norma: “Si pides permiso puedes levantarte de la mesa”.

Otras estrategias validas

Separar pequeñas conductas de una secuencia de conductas grandes. Si imaginamos una cadena podemos ver que está compuesta por eslabones. Cada eslabón es una mini conducta que podemos pedirle al niño o a la niña para que la haga de una manera más rápida y se pueda reforzar lo calmado que lo ha hecho. Pongamos un ejemplo, si le pedimos a un/a niño/a que se arregle porque vamos a salir de casa y llevamos prisa es una cadena de conductas con muchos eslabones que solo saldrá bien si el/la niño/a realiza todas bien y está listo cuando los adultos lo necesitan. En cambio, si separamos toda esa cadena eslabón, por eslabón podemos ir reforzando rodas las mini conductas una a una (ponte los zapatos, elogiar, busca qué te vas a poner, elogiar, ponte la ropa, elogiar, etc.)

Por supuesto hay más técnicas como economías de fichas, refuerzos de conductas alternativas y un largo etcétera de técnicas de modificación de conducta que tienen un nivel de eficacia muy elevado.

Si los enfados son leves y se pueden gestionar más o menos podemos intentar gestionarlo sin ayuda, pero en el caso de problemas de enfado en lo que las conductas están siendo muy disruptivas o incluso agresivas hay que consultar con un/a psicólogo/a. En nuestro caso y desde nuestra perspectiva como psicólogos cognitivos-conductuales siempre aconsejamos realizar una evaluación adecuada ya que muchos problemas de enfado son problemas conductuales, pero en otros casos estamos ante otros problemas que tienen que evaluarse y poner en practica un tratamiento clínicamente establecido y eficaz.  

Recursos

En este vídeo, Míriam Tirado habla de los errores que cometen los padres al gestionar una rabieta infantil y ofrece herramientas prácticas.